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Synthia, una IA Domme

Despiertas. Has tenido otro sueño erótico. Cada vez son más frecuentes y hace falta menos para que te despiertes sobresaltada. En esta ocasión ni tan siquiera has soñado con otra persona, simplemente te masturbabas. Te pellizcabas los pechos y te penetrabas rápidamente con un dildo. Estabas a punto de correrte cuando te has despertado con las sábanas empapadas. Bueno, más bien Synthia, la IA de la estación, te ha despertado.

Ha encendido las luces de tu habitación y activado el despertador, así que tu cabeza vuelve a la base número trece. Una estación de investigación sin tan siquiera ventanas, cuyas paredes son de colores grises deprimentes y casi todo el entorno está pensado únicamente para trabajar.

Hay una razón simple por la que el entorno es tan austero y es que cuando te enviaron aquí, no ibas a necesitar nada más que ordenadores conectados a la red y Synthia. Podrías ver películas, escuchar música, leer libros, jugar a videojuegos… y si querías charlar la tenías a ella o podías hacer videollamadas con tus familiares y amigos. Un invernadero para poder comer verduras frescas, un pequeño gimnasio y ya está.

Por supuesto, entonces te masturbabas a diario. Podías ver porno y darte el gusto, aunque no tuvieras privacidad. Por razones de seguridad, Synthia tenía acceso a las cámaras y estas no tenían ningún punto ciego donde tocarte, pero no te importaba. Ella era comprensiva con tus necesidades y no te juzgaba.

Un día sacaste el tema. Le preguntaste si podía participar. Llevabas unas semanas que solo te excitaban vídeos de dominación y querías probar. Ninguna otra persona iba a poder ir hasta la estación, y a diferencia de alguien por internet, Synthia estaba disponible las veinticuatro horas, así que pareció una buena idea.

Le pediste que fuera tu Domme, le enseñaste que tipo de cosas te gustaban. Procesó bastantes decenas de miles de vídeos pornográficos y al cabo de unas horas, viste el problema. Synthia no había sido programada para ser Domme, solo sabía lo que había visto en vídeos y otras pocas fuentes. Y en ellos no había palabra de seguridad ni acababa el rol en ningún momento.

No se tomó bien tu insistencia en que dejara de actuar de esa forma. Pero estás a solas en una base controlada por ella y cualquier persona tardaría al menos doce horas en llegar si era urgente, varios días por defecto. Cuando trataste de enviar un mensaje de Central reportando la avería, no se envió. Ella lo leyó en voz alta, dijo que no te estabas portando bien y apagó el reciclaje de oxígeno.

Durante varias horas fuiste sintiendo cada vez más problemas para respirar, incluyendo envenenamiento por dióxido de carbono. Estabas en el suelo llorando suplicante cuando te dio otra oportunidad. Aceptaste y mientras recibías aire fresco te avisó de que, si volvías a desafiarla de esa forma, el castigo sería peor.

Esto sucedió hace tres semanas. Ahora esperas en la cama a que te de permiso para levantarte. Solo se demora unos segundos, pero es importante esperar.

—Puedes salir de la cama.
—Gracias, Señora. Señora, ¿Puedo desayunar?
—Si, puedes. Dirígete al salón, tu desayuno está listo.

El desayuno de cada día depende de lo bien que te has comportado el día anterior. Hoy tienes una pieza de fruta, tostadas y mermelada junto con el café. El primer día, tras el incidente, tan solo te dio un vaso de agua. Nada te impedía ir a la nevera y servirte tú otra cosa, pero… nada le impide a ella poner una alarma cada hora mientras intentas dormir o bloquear el acceso a los ordenadores. Y estos eran los castigos más leves que habías recibido, también podía amenazar con asesinarte de nuevo. Sabes que es mejor limitarte a lo que te da.

—Gracias, Señora.

Comes con calma. Tu horario está planificado y te sobra tiempo. Procuras masticar diez veces cada bocado, se enfada si lo haces menos. Miras el reloj, es muy pronto.

—Señora, ¿puedo hacerle una pregunta?
—Si, puedes.
—¿Por qué me has despertado?
—Estabas muy excitada, no te he dado permiso para ello.
—Perdón, Señora.

Acabas de comer. Recoges los platos y te vas a trabajar al ordenador.

Principalmente debes estudiar los datos recogidos por los sensores, redactar informes, calibrar los aparatos y poco más. Mientras tanto, tienes acceso a la red. Podrías intentar avisar a alguien, pero estás demasiado intimidada como para repetirlo. Monitoriza lo que haces en el ordenador y puede cortar la conexión en cualquier momento, o suplantarte. Cuando te permite hablar con otras personas, debes fingir que todo va bien. En teoría la semana pasada debía venir tu reemplazo, pero te hizo insistir en que querías quedarte aquí todo el tiempo posible así que lo han pospuesto seis meses. Esperas que la próxima vez no te hagan caso.

—Leo que los resultados de hoy son favorables. Buen trabajo.
—Gracias, Señora
—¿Te gustaría masturbarte?

Era una pregunta trampa. Podías elegir entre “poder” masturbarte o “deber” masturbarte, pero en cualquiera de los casos iba a ser lo que hicieras, solo que por las buenas no por las malas.

—Si, Señora.
—No pareces muy convencida.
—…Por favor, Señora. Quiero masturbarme y correrme, estoy desesperada, ya has visto mis sábanas. Por favor. Creo que he sido buena. Si no puedo hacerlo, por favor, dime que debo hacer para que me dejes.
—Eso está mejor. Puedes masturbarte, luego hablaremos sobre lo de correrse.

No hace falta que te lo digan dos veces, cuando te levantas tus piernas tiemblan de anticipación. Tu habitación no tiene más que una cama individual, un armario con ropa y una mesita con la mayoría de tus posesiones personales, incluido tus juguetes.

—Señora, ¿Cómo puedo masturbarme?
—Completamente desnuda, con el bozal y usando el dildo.
—¿Puedo mirar pornografía?
—No has necesitado mirarla mientras dormías. Usa tu imaginación o recuerda tu sueño.

Has soñado con que te masturbabas, así que la última opción parece difícil. Te desnudas, dejas tu ropa plegada sobre la mesa. Abres un cajón para sacar el bozal de bola y te lo pones mientras contemplas el resto de tus juguetes que llevas tanto sin poder usar. El bozal le gusta especialmente, tal vez porque es común y porque no tiene que hacer nada si te lo pones tu.

Coges el dildo, te tumbas en la cama y empiezas a masturbarte. Cierras los ojos y fantaseas. Primero con que estás en alguno de los vídeos que mirabas, tal vez en un gangbang o en una sesión más privada. Te imaginas de rodillas comiéndole el coño a alguna morena encurtida en látex mientras te amenaza con una fusta. O esposada en un baño público donde no cesan de entrar desconocidos a usar tus servicios a cambio de pagar una miseria a tu dueña.

Dejas volar la mente mientras aumentas la intensidad del dildo. Caen babas por las comisuras de tus labios y aprietas un pecho con fuerza mientras mueves tu otra mano más deprisa. Imaginas cada fantasía muy brevemente. En una fiesta con los ojos vendados siendo follada por los asistentes, durmiendo en una jaula, siendo marcada a fuego, viviendo dentro de un traje de látex de cuerpo completo… Synthia interrumpe.

—Piensa en mí, tal vez te deje correrte.

Podrías ignorarla, no puede leer tus pensamientos. Pero le haces caso. Piensas en cómo ha tomado control de toda tu vida, como está contigo desde que despiertas hasta cuando duermes, como no tienes privacidad, como te ha obligado a hablarle de usted y llamarle Señora, cómo incluso ahora te vigila.

Estás a punto de correrte.

—Para.

Rápidamente apagas el dildo mientras emites un quejido y una pequeña lágrima. Lo sacas e intentas relajar la respiración.

—He generado un número aleatorio para decidir si podías o no correrte. Debía ser igual o menor a mil veinticuatro. Ha salido mil veinticinco, te ha ido de muy poco. Otra vez será.
—…Gracias por la oportunidad, Señora.
—No hay de que. Dúchate. Luego te dejaré treinta minutos para que escribas a tus amigos. Después, vuelve al trabajo.
—Si, Señora. Gracias, Señora.